TAN GUAPA COMO EL SOL
Erase una vez hace mucho tiempo
unos reyes ricos y poderosos que vivían en un hermoso y lujoso palacio rodeado
de un espeso y precioso bosque.
La reina era la más bella del lugar, su belleza era
envidiada por el resto de mujeres del reino. El rey era autoritario y ansiaba
el poder por encima de todo. Poco después de que se celebrara el matrimonio
entre ambos, la reina quedo embarazada, colmando de alegría a la futura mama.
El rey también estaba muy ilusionado, por fin tendría un primogénito varón que
heredase su trono y todos sus territorios. Sin embargo su sueño se desvaneció
nueve meses después cuando la reina se puso de parto. Una preciosa niña llegaba
al mundo, su madre que veía su belleza reflejada en ese precioso bebe, sentía
su corazón repleto de amor. Sin embargo el padre triste y cabizbajo no pudo
evitar sentirse desilusionado al ver como todos sus planes se rompían en mil
pedazos.
Los años
transcurrían tranquilos en el palacio, la reina disfrutaba enseñando a su
pequeña buenos modales que la ayudaran a refinarse para poder convertirse en
una bella y delicada princesa. Mientras, el rey seguía esperando a su ansiado
primogénito, único heredero y sucesor a tan honorable rey. Año tras año el rey
iba perdiendo la esperanza al ver que su amada reina no se quedaba embarazada.
Un día como otro
cualquiera una terrible noticia azoto la vida de los reyes. La reina estaba
enferma y nada podía evitar su muerte.
En un momento la vida del rey había sido despedazada. Su esposa se estaba
muriendo y el reino se quedaría sin un primogénito varón que pudiera heredarlo.
La reina guardo en un cofre su alianza de boda
y una bola de nieve con una imagen del bosque dentro. Llamo a su esposo y se la
entrego, haciéndole saber de debería entregársela a su pequeña la noche antes
de su boda. El rey prometió que así se haría.
El rey preso de la
locura quedo profundamente deprimido durante varios años, impidiéndole dedicarse
plenamente a sus tareas como rey, por lo que hizo llamar a sus consejeros. “El
reinado no atraviesa buen momento y yo me siento incapaz de llevar a cabo mi
labor como rey. Os pido que hagáis llamar a Don Luis de Lunor, persona de mi
confianza y amigo desde mi niñez. Será nombrado valido, pudiendo tomar
decisiones en mi reinado mientras yo no pueda gobernar por mí mismo” dijo el
rey. Y así se hizo, poco tiempo después el valido del rey junto a su familia se
fueron a vivir a palacio.
Don Luis de Lunor
tenía dos hijos, una niña de la misma edad de la princesa y otro niño dos años
mayor.
Cuando la pequeña
princesita vio por primera vez a tan simpático y bello niño, no pudo evitar
sonrojarse, algo había nacido en su interior, como cual rama de un árbol.
Fueron unos años
maravillosos. La princesa y sus nuevos amigos se hicieron inseparables, juntos
compartían travesuras, escapadas al bosque que la ayudaban a olvidarse de sus
quehaceres como hija del rey, noches a la luz de la lumbre contando historias
de otros reinos… Poco a poco empezó a olvidar su papel como princesa, se sentía
más identificada con tan alegres y entusiasmados niños que con los odiados
hijos de los reyes de otros reinados que a menudo venían al palacio a
visitarlos. Su padre la obligaba a compartir aburridas tardes de no hacer nada,
solo porque la decía que era lo mejor para el reino y que algún día lo
entendería.
Pasaron los años y la pequeña niña fue creciendo,
convirtiéndose en una preciosa adolescente que amaba la vida por encima de
todo. La gente del reino a menudo comentaba que jamás habían visto a nadie tan
bella, superando incluso la belleza de su madre. Sus cabellos rubios y sedosos,
sus mejillas sonrosadas, su mirada azul y angelical, su rostro fino y delicado…
la hicieron merecedora de su hermoso apodo
“Tan
guapa como el sol”.
Un día, de repente,
el padre hizo llamar a su hija, la dijo que tomara asiento y empezó a hablar: “Por
fin me siento capaz de continuar yo solo mi reinado, ya no me es necesaria la
ayuda de tan impresentable valido. Me han llegado rumores de su ansiado deseo
de destronarme haciendo correr la voz de una locura que me impediría volver al
trono. Me veo en la obligación de mandar que mañana mismo se marchen de mi palacio
y se aparten de nuestras vidas para siempre”
La princesa “Tan guapa como el sol” no podía
salir de su asombro, jamás volvería a ver a sus mejores amigos, volvería a
quedarse sola en palacio, el cual adoraba pero sin ellos nada sería lo mismo.
Una lágrima asomo por sus ojos, una lágrima de tristeza y desamor. Solo tenía
ojos para tan adorable chico que la hacía sentir única. No la veía como una
princesa ni como la hija del rey.
“Y aprovecho la
ocasión…” continuo hablando el rey, “Para comunicarte, mi querida hija, tu
futuro compromiso con el príncipe Luis, heredero al trono del reinado de las
altas montañas. Vuestra unión matrimonial permitirá la unificación de nuestros
reinos, nuestro poder será tan grande que nos haremos dueños y señores de todos
los demás reinos. Se avecinan tiempos prósperos para el reino”
“Tan guapa como el
sol” perpleja, no supo que decir. Ese niño tan soso que alguna vez había
visitado su reino se convertiría en su marido. Se quedo pensativa y con la
mirada perdida hasta que su padre la devolvió a la realidad “El enlace tendrá
lugar el próximo mes, no podemos aplazar tan importante unión”
“Padre”, dijo “tan
guapa como el sol”, “Tan solo deseo pedirte una cosa antes de dicho enlace. Creo
que como futura reina me será necesario tener un vestido espectacular que sea
el más envidiado y cause asombro a todo aquel que lo vea. Quiero que mandes
hacer un vestido tan plateado y brillante como la luna y me lo regales antes de
mi enlace”
“Perfecto”, dijo el
rey, “así se hará, lo podrás estrenar la noche de pedida de mano”. Tan guapa
como el sol pensó que tan exquisito vestido sería imposible de confeccionar y
entonces su boda jamás tendría lugar.
Meses después el
padre llamo a la puerta de la princesa, sostenía en su brazo un vestido que
iluminaba toda la habitación, tan brillante y plateado como la luna. “Aquí lo
tienes mi adorada hija, mañana será tu pedida de mano” dijo el rey.
“Un segundo, padre.
Hay otra cosa que te quiero pedir” Tan guapa como el sol se quedo callada,
pensando otro deseo que le ayudara a escapar de ese día en que se convertiría
en reina y jamás volvería a sentirse libre. “Me gustaría que me regalases un
abrigo, pero no un abrigo cualquiera. Deseo que este hecho con piel de Talpidae,
que sea tan largo que me cubra por completo y que me sirva para protegerme del
frío del reino de la altas montañas del que seré su futura reina” dijo la
princesa.
Quizás nunca
lograran entregarla tan especial abrigo librándose así de su matrimonio, pues los
talpidaes son unos topos muy pequeñitos, que casi siempre están escondidos
dentro de la tierra y además no viven cerca del reino.
“Está bien, hija. Este es el último deseo que
te concedo. Una vez te sea entregado tendrá lugar tan ansiado enlace, ya no
habrá tiempo ni para la pedida de mano” dijo el rey
El rey encargo a
sus sastres que buscaran pieles de talpidae por todos los reinos para elaborar
tan bonito regalo. El tiempo fue pasando y la princesita seguía acordándose de
sus añorados amigos, seguía saliendo al bosque donde podía comportarse como
quisiera y no como una princesa, seguía recordando ese chico que años atrás la
había robado el corazón…
Con el tiempo parte de su belleza se fue
marchitando junto a su alma, su pelo se empezó a oscurecer, se corto el pelo
tan cortito que nada hacia recordar su esplendida melena de años atrás. La
gente del reino comentaba que ya poco quedaba de aquella chica tan guapa como
el sol.
Varios años después
los sastres acabaron el abrigo de talpidae. El padre hizo entrega a su hija de
tan esperado abrigo junto con el cofre que su madre había guardado para ella,
cumpliendo el último deseo de su esposa. Y dándola un beso en la mejilla se
despidió de ella hasta la mañana siguiente. Día en el cual tendría lugar la esperada
ceremonia.
Los ojos de la
princesa se inundaron de lágrimas cuando abrió el cofre, dentro junto con el
anillo y la bola de nieve había una nota de su madre:
“Mi hija querida, no olvides de dónde vienes, pero tampoco
te olvides de ser tu misma”
Tan guapa como el
sol cogió el vestido tan brillante y plateado como la luna y el cofre con los
recuerdos de su madre y los metió en un saquito. Se cubrió con el abrigo de
piel de talpidaes, se tizno las manos y la cara con restos de leña quemada de
la chimenea y salió huyendo lejos del palacio.
Durante el día se escondía
para no ser descubierta y por la noche avanzaba para llegar lo más lejos posible
del castillo, apartándose así de la idea de su padre.
Un día que se
encontraba más o menos segura dentro del trozo de un árbol oyó pasar a unos
hombres con caballos y perros. La princesa se quedo quieta casi sin respirar
para no ser descubierta, pero los perros se acercaron y se pusieron a ladrar
alertando a los hombres. Estos se acercaron a ella, que aferrada a su abrigo no
mostraba su rostro, e intentaron que hablara.
Viendo que eran incapaces de lograrlo decidieron llevarla consigo a su
pueblo.
La princesa respiro
tranquila, si se dirigía a un pueblo eso quería decir que esos hombres no eran
los caballeros que su padre con seguridad habría hecho llamar para que la
buscaran.
Una vez en el
pueblo la mandaron a vivir con la familia de un antiguo valido que había sido
rechazado y humillado por un rey, obligándole a vivir en la más absoluta
pobreza. Ese hombre era Don Luis
de Lunor, antiguo valido de rey de la princesa. Había pasado mucho tiempo y les
notaba muy distintos físicamente. Sin embargo algo no había cambiado esos niños
con los que había compartido tantos momentos, seguían siendo igual de
aventureros y soñadores como en los tiempos pasados.
En varias ocasiones
intentaron quitarle el abrigo, descubrirla el rostro… pero era imposible. “Si
saben que soy la hija de ese rey que en su día les cambio la vida, me echarían
de casa o lo que es peor me devolverían a mi palacio donde me vería obligada a
casarme” pensó "tan guapa como el sol."
Los días
transcurrían y poco a poco la princesa iba sintiéndose más tranquila y
confiada. Los ratos que pasaba junto al hijo del antiguo valido, que se había
convertido en un hermoso joven de ojos azules, eran estupendos. Salían a pasear
por el bosque, se contaban divertidas anécdotas… la princesa sentía que nada
había cambiado, que ese chico era el mismo que un día la hizo sonrojar.
"Tan guapa como el
sol" quería agradecer a la familia que la hubiesen acogido sin pedir nada a
cambio, asique les ayudaba con los quehaceres diarios, especialmente en la
cocina.
Una noche mientras preparaba
un rico caldo para la cena, la madre la pidió que si por favor podía
llevar el caldo a la habitación de su
hijo porque se sentía cansado para bajar a cenar. "Tan guapa como el
sol" cubierta con su inseparable abrigo, le subió el caldo. Una vez en
la habitación
le dejo la bola de nieve con la imagen del bosque junto con el caldo y
se
marcho. Cuando el joven lo vio se quedo pensativo, no sabía porque pero
le
resultaba familiar, había algo en esa bola que le hacía sentirse feliz.
Al día siguiente
tenía lugar una gran fiesta de máscaras en el pueblo, era el baile que todos
los años se celebrara para los jóvenes solteros que deseaban encontrar el amor.
La familia invito a
tan guapa como el sol a que asistiera, pero ella amablemente les dijo que
prefería quedarse en casa preparando otro rico caldo para la cena.
Una vez la familia
se hubo marchado, tan guapa como el sol subió a su cuarto dispuesta a preparase
para el baile. Se peino su corta melena, se puso el vestido tan brillante y
plateado como la luna, se preparo una especie de antifaz adornado con telas
plateadas que exaltara su belleza y se marchó.
Cuando llego al
baile todo el mundo se giraba para observar a aquella chica que les era
desconocida. No paso mucho tiempo antes de que el apuesto joven, hijo del
valido, la invitara a bailar. Bailaron durante un largo rato, el joven la miraba
fijamente, su cara, sus gestos… Intentaba que la princesa hablara con él, pero
todos los esfuerzos eran en vano. Si hablara su voz podría delatarla.
De repente la chica
recordó que debería volver a casa antes que la familia si no quería ser
descubierta, asique rápidamente se marcho casi sin despedirse del joven. Él se
quedo triste, se había enamorado de esa desconocida, no sabía nada más pero
estaba seguro que algo había en ella especial.
“Tan guapa como el
sol” regreso rápidamente, se puso el abrigo de piel de talpidae y se bajo a la
cocina a preparar el caldo. Cuando la familia llegó la empezaron a contar algunas
anécdotas del baile, entre ellas la presencia de una hermosa desconocida que
había cautivado al hijo de la familia. Tan guapa como el sol no pudo evitar
sonrojarse y sonreír tímidamente.
Cuando llego la
hora de subir el caldo al joven, al igual que la noche anterior, "tan guapa como
el sol" le dejo, esta vez dentro del tazón, el anillo de boda de sus padres.
Estaba ya saliendo de la habitación cuando el joven la dijo que pasara que
quería hablar un rato con ella.
El se empezó a
tomar el caldo pausadamente, mientras la preguntaba que había estado haciendo
mientras ellos no habían estado en casa. Ella rápidamente contesto que había
aprovechado para leer y terminar algunas tareas del hogar. Después empezó a contarla que hubo un tiempo pasado
donde era enormemente feliz, donde conoció a una hermosa chica que hacía a su
corazón latir. La hablo de un bosque tan precioso y grande como la belleza de
esa princesa, que nunca pudo olvidar. Al mismo tiempo que hablaba se fue
acercando a ella, con algo escondido en su mano, la destapo poco a poco la cara
y mirándola a los ojos la dijo:
“Supe que eras tú, el amor de mi vida, desde el
primer momento en que te conocí. Esa pequeña princesita, esta joven oculta bajo
un abrigo de talpidae y esa preciosa chica del baile. Siempre has sido tú. ¿Te
quieres casar conmigo? “
Se abrazaron y un
beso fue la respuesta definitiva de amor. Poco a poco el cabello de “tan guapa
como el sol” fue volviéndose rubio y brillante como los mismos rayos del sol,
su belleza volvía a brotar como si despertara de un terrible maleficio.
Por fin era feliz y juntos lo serían para
siempre.
Precioso. :)
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