domingo, 17 de noviembre de 2013

ADAPTACIÓN DEL CUENTO "TODA CLASE DE PIELES" DE LOS HERMANOS GRIMM.

TAN GUAPA COMO EL SOL

Erase una vez hace mucho tiempo unos reyes ricos y poderosos que vivían en un hermoso y lujoso palacio rodeado de un espeso y precioso bosque.

La reina era la más bella del lugar, su belleza era envidiada por el resto de mujeres del reino. El rey era autoritario y ansiaba el poder por encima de todo. Poco después de que se celebrara el matrimonio entre ambos, la reina quedo embarazada, colmando de alegría a la futura mama. El rey también estaba muy ilusionado, por fin tendría un primogénito varón que heredase su trono y todos sus territorios. Sin embargo su sueño se desvaneció nueve meses después cuando la reina se puso de parto. Una preciosa niña llegaba al mundo, su madre que veía su belleza reflejada en ese precioso bebe, sentía su corazón repleto de amor. Sin embargo el padre triste y cabizbajo no pudo evitar sentirse desilusionado al ver como todos sus planes se rompían en mil pedazos.

Los años transcurrían tranquilos en el palacio, la reina disfrutaba enseñando a su pequeña buenos modales que la ayudaran a refinarse para poder convertirse en una bella y delicada princesa. Mientras, el rey seguía esperando a su ansiado primogénito, único heredero y sucesor a tan honorable rey. Año tras año el rey iba perdiendo la esperanza al ver que su amada reina no se quedaba embarazada. 

Un día como otro cualquiera una terrible noticia azoto la vida de los reyes. La reina estaba enferma y  nada podía evitar su muerte. En un momento la vida del rey había sido despedazada. Su esposa se estaba muriendo y el reino se quedaría sin un primogénito varón que pudiera heredarlo.
 
 La reina guardo en un cofre su alianza de boda y una bola de nieve con una imagen del bosque dentro. Llamo a su esposo y se la entrego, haciéndole saber de debería entregársela a su pequeña la noche antes de su boda. El rey prometió que así se haría.

El rey preso de la locura quedo profundamente deprimido durante varios años, impidiéndole dedicarse plenamente a sus tareas como rey, por lo que hizo llamar a sus consejeros. “El reinado no atraviesa buen momento y yo me siento incapaz de llevar a cabo mi labor como rey. Os pido que hagáis llamar a Don Luis de Lunor, persona de mi confianza y amigo desde mi niñez. Será nombrado valido, pudiendo tomar decisiones en mi reinado mientras yo no pueda gobernar por mí mismo” dijo el rey. Y así se hizo, poco tiempo después el valido del rey junto a su familia se fueron a vivir a palacio. 
 
Don Luis de Lunor tenía dos hijos, una niña de la misma edad de la princesa y otro niño dos años mayor.

Cuando la pequeña princesita vio por primera vez a tan simpático y bello niño, no pudo evitar sonrojarse, algo había nacido en su interior, como cual rama de un árbol.
Fueron unos años maravillosos. La princesa y sus nuevos amigos se hicieron inseparables, juntos compartían travesuras, escapadas al bosque que la ayudaban a olvidarse de sus quehaceres como hija del rey, noches a la luz de la lumbre contando historias de otros reinos… Poco a poco empezó a olvidar su papel como princesa, se sentía más identificada con tan alegres y entusiasmados niños que con los odiados hijos de los reyes de otros reinados que a menudo venían al palacio a visitarlos. Su padre la obligaba a compartir aburridas tardes de no hacer nada, solo porque la decía que era lo mejor para el reino y que algún día lo entendería.

Pasaron los años y la pequeña niña fue creciendo, convirtiéndose en una preciosa adolescente que amaba la vida por encima de todo. La gente del reino a menudo comentaba que jamás habían visto a nadie tan bella, superando incluso la belleza de su madre. Sus cabellos rubios y sedosos, sus mejillas sonrosadas, su mirada azul y angelical, su rostro fino y delicado… la hicieron merecedora de su hermoso apodo  
 “Tan guapa como el sol”.

Un día, de repente, el padre hizo llamar a su hija, la dijo que tomara asiento y empezó a hablar: “Por fin me siento capaz de continuar yo solo mi reinado, ya no me es necesaria la ayuda de tan impresentable valido. Me han llegado rumores de su ansiado deseo de destronarme haciendo correr la voz de una locura que me impediría volver al trono. Me veo en la obligación de mandar que mañana mismo se marchen de mi palacio y se aparten de nuestras vidas para siempre”

La princesa “Tan guapa como el sol” no podía salir de su asombro, jamás volvería a ver a sus mejores amigos, volvería a quedarse sola en palacio, el cual adoraba pero sin ellos nada sería lo mismo. Una lágrima asomo por sus ojos, una lágrima de tristeza y desamor. Solo tenía ojos para tan adorable chico que la hacía sentir única. No la veía como una princesa ni como la hija del rey. 

“Y aprovecho la ocasión…” continuo hablando el rey, “Para comunicarte, mi querida hija, tu futuro compromiso con el príncipe Luis, heredero al trono del reinado de las altas montañas. Vuestra unión matrimonial permitirá la unificación de nuestros reinos, nuestro poder será tan grande que nos haremos dueños y señores de todos los demás reinos. Se avecinan tiempos prósperos para el reino”

“Tan guapa como el sol” perpleja, no supo que decir. Ese niño tan soso que alguna vez había visitado su reino se convertiría en su marido. Se quedo pensativa y con la mirada perdida hasta que su padre la devolvió a la realidad “El enlace tendrá lugar el próximo mes, no podemos aplazar tan importante unión”

“Padre”, dijo “tan guapa como el sol”, “Tan solo deseo pedirte una cosa antes de dicho enlace. Creo que como futura reina me será necesario tener un vestido espectacular que sea el más envidiado y cause asombro a todo aquel que lo vea. Quiero que mandes hacer un vestido tan plateado y brillante como la luna y me lo regales antes de mi enlace”

“Perfecto”, dijo el rey, “así se hará, lo podrás estrenar la noche de pedida de mano”. Tan guapa como el sol pensó que tan exquisito vestido sería imposible de confeccionar y entonces su boda jamás tendría lugar.

Meses después el padre llamo a la puerta de la princesa, sostenía en su brazo un vestido que iluminaba toda la habitación, tan brillante y plateado como la luna. “Aquí lo tienes mi adorada hija, mañana será tu pedida de mano” dijo el rey.

“Un segundo, padre. Hay otra cosa que te quiero pedir” Tan guapa como el sol se quedo callada, pensando otro deseo que le ayudara a escapar de ese día en que se convertiría en reina y jamás volvería a sentirse libre. “Me gustaría que me regalases un abrigo, pero no un abrigo cualquiera. Deseo que este hecho con piel de Talpidae, que sea tan largo que me cubra por completo y que me sirva para protegerme del frío del reino de la altas montañas del que seré su futura reina” dijo la princesa. 

Quizás nunca lograran entregarla tan especial abrigo librándose así de su matrimonio, pues los talpidaes son unos topos muy pequeñitos, que casi siempre están escondidos dentro de la tierra y además no viven cerca del reino.

 “Está bien, hija. Este es el último deseo que te concedo. Una vez te sea entregado tendrá lugar tan ansiado enlace, ya no habrá tiempo ni para la pedida de mano” dijo el rey

El rey encargo a sus sastres que buscaran pieles de talpidae por todos los reinos para elaborar tan bonito regalo. El tiempo fue pasando y la princesita seguía acordándose de sus añorados amigos, seguía saliendo al bosque donde podía comportarse como quisiera y no como una princesa, seguía recordando ese chico que años atrás la había robado el corazón…

 Con el tiempo parte de su belleza se fue marchitando junto a su alma, su pelo se empezó a oscurecer, se corto el pelo tan cortito que nada hacia recordar su esplendida melena de años atrás. La gente del reino comentaba que ya poco quedaba de aquella chica tan guapa como el sol.

Varios años después los sastres acabaron el abrigo de talpidae. El padre hizo entrega a su hija de tan esperado abrigo junto con el cofre que su madre había guardado para ella, cumpliendo el último deseo de su esposa. Y dándola un beso en la mejilla se despidió de ella hasta la mañana siguiente. Día en el cual tendría lugar la esperada ceremonia.

Los ojos de la princesa se inundaron de lágrimas cuando abrió el cofre, dentro junto con el anillo y la bola de nieve había una nota de su madre: 

“Mi hija querida, no olvides de dónde vienes, pero tampoco te olvides de ser tu misma”

Tan guapa como el sol cogió el vestido tan brillante y plateado como la luna y el cofre con los recuerdos de su madre y los metió en un saquito. Se cubrió con el abrigo de piel de talpidaes, se tizno las manos y la cara con restos de leña quemada de la chimenea y salió huyendo lejos del palacio.

Durante el día se escondía para no ser descubierta y por la noche avanzaba para llegar lo más lejos posible del castillo, apartándose así de la idea de su padre.

Un día que se encontraba más o menos segura dentro del trozo de un árbol oyó pasar a unos hombres con caballos y perros. La princesa se quedo quieta casi sin respirar para no ser descubierta, pero los perros se acercaron y se pusieron a ladrar alertando a los hombres. Estos se acercaron a ella, que aferrada a su abrigo no mostraba su rostro, e intentaron que hablara.  Viendo que eran incapaces de lograrlo decidieron llevarla consigo a su pueblo.

La princesa respiro tranquila, si se dirigía a un pueblo eso quería decir que esos hombres no eran los caballeros que su padre con seguridad habría hecho llamar para que la buscaran.

Una vez en el pueblo la mandaron a vivir con la familia de un antiguo valido que había sido rechazado y humillado por un rey, obligándole a vivir en la más absoluta pobreza. Ese hombre era Don Luis de Lunor, antiguo valido de rey de la princesa. Había pasado mucho tiempo y les notaba muy distintos físicamente. Sin embargo algo no había cambiado esos niños con los que había compartido tantos momentos, seguían siendo igual de aventureros y soñadores como en los tiempos pasados. 
 
En varias ocasiones intentaron quitarle el abrigo, descubrirla el rostro… pero era imposible. “Si saben que soy la hija de ese rey que en su día les cambio la vida, me echarían de casa o lo que es peor me devolverían a mi palacio donde me vería obligada a casarme” pensó "tan guapa como el sol."

Los días transcurrían y poco a poco la princesa iba sintiéndose más tranquila y confiada. Los ratos que pasaba junto al hijo del antiguo valido, que se había convertido en un hermoso joven de ojos azules, eran estupendos. Salían a pasear por el bosque, se contaban divertidas anécdotas… la princesa sentía que nada había cambiado, que ese chico era el mismo que un día la hizo sonrojar.

"Tan guapa como el sol" quería agradecer a la familia que la hubiesen acogido sin pedir nada a cambio, asique les ayudaba con los quehaceres diarios, especialmente en la cocina. 

Una noche mientras preparaba un rico caldo para la cena, la madre la pidió que si por favor  podía llevar el caldo a la habitación de su hijo porque se sentía cansado para bajar a cenar. "Tan guapa como el sol" cubierta con su inseparable abrigo, le subió el caldo. Una vez en la habitación le dejo la bola de nieve con la imagen del bosque junto con el caldo y se marcho. Cuando el joven lo vio se quedo pensativo, no sabía porque pero le resultaba familiar, había algo en esa bola que le hacía sentirse feliz.

Al día siguiente tenía lugar una gran fiesta de máscaras en el pueblo, era el baile que todos los años se celebrara para los jóvenes solteros que deseaban encontrar el amor.

La familia invito a tan guapa como el sol a que asistiera, pero ella amablemente les dijo que prefería quedarse en casa preparando otro rico caldo para la cena.

Una vez la familia se hubo marchado, tan guapa como el sol subió a su cuarto dispuesta a preparase para el baile. Se peino su corta melena, se puso el vestido tan brillante y plateado como la luna, se preparo una especie de antifaz adornado con telas plateadas que exaltara su belleza y se marchó.

Cuando llego al baile todo el mundo se giraba para observar a aquella chica que les era desconocida. No paso mucho tiempo antes de que el apuesto joven, hijo del valido, la invitara a bailar. Bailaron durante un largo rato, el joven la miraba fijamente, su cara, sus gestos… Intentaba que la princesa hablara con él, pero todos los esfuerzos eran en vano. Si hablara su voz podría delatarla.

De repente la chica recordó que debería volver a casa antes que la familia si no quería ser descubierta, asique rápidamente se marcho casi sin despedirse del joven. Él se quedo triste, se había enamorado de esa desconocida, no sabía nada más pero estaba seguro que algo había en ella especial. 

“Tan guapa como el sol” regreso rápidamente, se puso el abrigo de piel de talpidae y se bajo a la cocina a preparar el caldo. Cuando la familia llegó la empezaron a contar algunas anécdotas del baile, entre ellas la presencia de una hermosa desconocida que había cautivado al hijo de la familia. Tan guapa como el sol no pudo evitar sonrojarse y sonreír tímidamente.

Cuando llego la hora de subir el caldo al joven, al igual que la noche anterior, "tan guapa como el sol" le dejo, esta vez dentro del tazón, el anillo de boda de sus padres. Estaba ya saliendo de la habitación cuando el joven la dijo que pasara que quería hablar un rato con ella. 

El se empezó a tomar el caldo pausadamente, mientras la preguntaba que había estado haciendo mientras ellos no habían estado en casa. Ella rápidamente contesto que había aprovechado para leer y terminar algunas tareas del hogar. Después  empezó a contarla que hubo un tiempo pasado donde era enormemente feliz, donde conoció a una hermosa chica que hacía a su corazón latir. La hablo de un bosque tan precioso y grande como la belleza de esa princesa, que nunca pudo olvidar. Al mismo tiempo que hablaba se fue acercando a ella, con algo escondido en su mano, la destapo poco a poco la cara y mirándola a los ojos la dijo:

“Supe que eras tú, el amor de mi vida, desde el primer momento en que te conocí. Esa pequeña princesita, esta joven oculta bajo un abrigo de talpidae y esa preciosa chica del baile. Siempre has sido tú. ¿Te quieres casar conmigo? “

Se abrazaron y un beso fue la respuesta definitiva de amor. Poco a poco el cabello de “tan guapa como el sol” fue volviéndose rubio y brillante como los mismos rayos del sol, su belleza volvía a brotar como si despertara de un terrible maleficio.
 Por fin era feliz y juntos lo serían para siempre.

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